EN MI SOLEDAD

domingo, 2 de octubre de 2011

Yomismo con mi soledad

Hola soledad, mi soledad:

Hoy quiero dirigirme a ti, a ti que tantas veces me has acompañado, tantas veces te he deseado y te he buscado, y tantas otras veces has venido sin llamarte o simplemente te he encontrado sin buscarte.

Tú has estado conmigo en muchos momentos, si, en esos momentos de rabia contenida, en esos momentos de lágrimas ocultas, de decepciones propias o actos reprimidos, en esos momentos de pensamientos vacios, de malos pensamientos y pensamientos equivocados, de deseos ocultos y de no desear nada, de daños ajenos y opiniones erradas.

Muchas veces me he sentido a gusto contigo, es decir, estando solo: En mi rincón de trabajo ensimismado en mis cosas, en mis paseos en chándal y con los auriculares puestos, en mis intrusiones culinarias, en mis noches relajado viendo una película o jugando con el ordenador…
Si soledad, has estado conmigo y me has hecho grata compañía en algún momento del día, pero desde que te has aliado con tu amiga la distancia ya no eres tan grata ni deseada, los momentos se hacen pesadamente eternos, los silencios al amanecer son dañinamente espesos, el acostarme la cama se me hace ancha, los paseos se vuelven indeseados quizás porque al final me encuentro otra vez contigo, ya ni siquiera espero escuchar las llaves rasgando la cerradura y que entre alguien a quien decirle simplemente “hola”, no discuto con nadie pero tampoco tengo a nadie con quien compartir buenos ratos.

Pero sí, soledad, tengo a quien pensar y recordar, eso siempre. Pienso en mi mujer. Alguna que otra vez le he dicho que es guapa o que la quiero, pero quizás lo que nunca le dije es que la deseo, en todo el contexto de la palabra, deseo que, aunque en mi soledad esté cerca de mí, en el patio, por ejemplo, cuando estoy en mi rincón de trabajo, si es a mi lado mejor. La desea cuando me hace estrecha la cama al acostarme. O simplemente la deseo ver el mismo día que hablo con ella por teléfono.

También pienso en mis hijas, las que, sin duda, muchas veces tras arreglarse para salir, han esperado escuchar de mi boca: “¡que guapas estáis!”. Y han oído cualquier tontería, ya sé que no es excusa decir que para mí siempre están guapas. Son, en todos los sentidos, el orgullo de cualquier padre.

Y por supuesto, querida soledad, pienso en mi hijo, que a pesar de las conversaciones que hemos tenido aun no he encontrado la fórmula de compaginar plenamente con él, quizás me falte, simplemente, sonreírle más a menudo y los “te quiero”, los abrazos y los besos ya vendrán solos. Por supuesto es un orgullo tener el hijo que tengo.

Es curioso que mi palabra favorita, la que siempre me ha gustado más que otras, ahora la esté experimentando en mis propias carnes, en ella se encierra la soledad, la distancia, los recuerdos y muchos, muchos sentimientos, esa palabra es: “MORRIÑA”.

En fin, soledad, que así no te quiero, te quiero escasa y efímera día a día, no a largo plazo, y que sepas que antes que a ti prefiero un amanecer ruidoso, con el sol entrando por mi ventana y en compañía de MI GENTE.



Fotos de Monforte de Lemos en Lugo