EN MI SOLEDAD

viernes, 7 de enero de 2011

SUEÑO CON MIS RECUERDOS

La mayoría de la gente se acuesta buscando el sueño, yo espero que el sueño me encuentre a mí. Pero no dejo de soñar con mis recuerdos, y mis recuerdos son sueños.

Sueño recordando una estrecha calle empedrada, casi en la esquina una casa, en la casa un patio con floridas macetas, paredes blancas y un jazmín, un gran jazmín.

Sueño recordando en el patio a una mujer, en un atardecer de verano, quizás lavando algunos trapitos en la pila, quizás tendiéndolos, quizás regando las macetas o quizás recogiendo jazmines para mas tarde hacerse una moña o dos, otra para su marido, pero seguro, seguro, que estaba cantando, siempre cantando, siempre alegre, y cuando los vecinos no la oían cantar decían: “hoy le pasa algo a Mari López”.

Aunque no era López, era García de los pies a la cabeza, si, era María García Rascón, mi madre.

Recuerdo que a la más mínima oportunidad hablaba de sus padres, le encantaba hablar de lo buenos que eran el abuelo Abelardo y la abuela Antonia, y por supuesto de quien para ella era al mas listo, el mas sabio y el mas inteligente, su hermano Juan de Dios, el tito Juanito.

Recuerdo muy vagamente cuando iba a cuidar de su hermana Angelita, que buenos los brazos de gitano que hacía a pesar de su ceguera. Mi madre nos decía: “habéis ido a ver a vuestra tita Antoñita, que ella os quiere mucho”, de verdad que nos quería. Tanto Antoñita como Angelita eran tan buenas que si existiese dios no hubiese permitido la agonía que sufrieron después de su encomiable y abnegada vida.

Recuerdo que el saludo que mi madre tenía con su hermano Abelardo era: -“hola mananito”.-“hola idiota”.-“si alguien está hablando con una idiota eres tú”… Esto traducido al lenguaje de los “García” era:-“hola querido hermano”.-“hola hermana, te quiero”.-“yo te quiero mas”… o algo así, ja ja ja.

Recuerdo que de brujas, si, de brujas se disfrazaban ella y su hermana Nati para carnaval, las dos juntas se lo pasaban bomba, les encantaban gastar bromas a todo el mundo, y su hermana Anita aunque siempre aparentaba ser mas seria en el fondo creo que también le gustaba las juergas y las bromas que preparaban estas dos.

Recuerdo que a mi madre se le notaba un brillo especial en los ojos cuando hablaba de sus dos hermanas “catalanas”, o como decía ella “acatalanizadas”, parecía que eran solo de ella: “mi Chon y mi Chica”, quizás por la distancia o quizás porque en su día tuvo la ocasión de emigrar con ellas y no lo hizo por amor, por el amor de toda su vida.

Recuerdo que, seguramente la imagen mas entrañable que tengo de mi madre es, cuando yo entraba en la casa y estaba ella sentada en su sillón y mi padre al lado sentado en el suyo, quizás viendo la televisión, quizás escuchando la radio o charlando los dos solitos o también puede que estén durmiendo, pero, como si fuesen dos adolescentes enamorados paseando por el parque, estaban cogidos de la mano, si, si, cogidos de la mano como diciéndose el uno al otro “tu no te escapas de mi lado”.

Recuerdo lo orgullosa que se sentía de su tierra natal, Linares, y a su vez era tan lucentina o mas que cualquiera que hubiese nacido aquí. Vestía a los santeros con arte y devoción, si hubiese podido habría sido la primera santera. Siempre llevaba consigo a su virgencita de Araceli.

Recuerdo como le cantaba el himno a su virgen, y cantaba los fandangos de Lucena en las romerías, cantaba saetas en Semana Santa, cantaba sevillanas en las ferias, cambiaba las letras de las coplas y se las cantaba a Antonio López, se inventaba villancicos por Navidad y nos los dedicaba a todos, cataba chirigotas en Carnaval, y cantaba y cantaba y cantaba, y contaba chistes, y gastaba bromas.

Lo que no recuerdo es el día en que se apagó su voz, yo no estaba presente pero seguro que le dijo adiós a Antonio López cogiéndolo de la mano, mirándole a los ojos y sonriendo.


Allá donde se encuentre ahora seguro que estará rodeada de un coro de ángeles cantores sobre una grandiosa nube algodonada recorriendo el paraíso, repartiendo sonrisas y alegría, rodeada de sus padres y hermanos, y a sus pies, alzándose cual pedestal de oro y diamantes a su hijo Juan de Dios, mi hermano “Juande”.

En fin… quiero terminar diciendo que me ha costado contener las lagrimas escribiendo esto, pero por ella me he contenido y estoy sonriendo como ella hubiese querido, que sí, que sonriáis todos que os está viendo.

Mama te quiero.